El próximo 28 de enero se
recuerda en todo el país 102 años de la trágica muerte de Eloy Alfaro
Delgado, expresidente del Ecuador, líder del liberalismo, considerado el mejor
ecuatoriano de todos los tiempos.
En la ciudad de Quito, una horda de criminales, impulsada
por los más recalcitrantes grupos de conservadores de aquella época, entre
ellos grupos garcianos, liberales, derechistas, oportunistas y clérigos
fanáticos repudiables, y algunos militares traidores a la Revolución Alfarista
del 5 de junio de 1895, cometió uno de los más horrendos crímenes en la persona
del “Viejo Luchador”, el general Eloy Alfaro, y algunos de sus coidearios,
entre ellos sus hermanos, los generales Medardo y Flavio Alfaro, así como
Ulpiano Páez y Manuel Serrano, y el periodista Luciano Corral, los mismos que
fueron asesinados en el penal García Moreno y arrastrados hasta el sitio El
Ejido, en donde fueron incinerados, tomando en cuenta que dos días antes, en
Guayaquil, fue asesinado el general Pedro J. Montero.
Según los historiadores, estuvieron directamente
involucrados en estos hechos, además del clero conservador, el general Leonidas
Plaza Gutiérrez y Carlos Freile Zaldumbide, terratenientes y dueños de indios y
sedientos de poder y riqueza, sin embargo nunca se castiga a los reales autores
de estos crímenes, manteniendo una recóndita impunidad, como hasta hoy.
Entonces desde aquella época, hasta hace pocos años, los
amos del país han tratado de frenar los intentos de cambio, han fomentado la
corrupción y han entregado nuestras riquezas a las potencias explotadoras de
siempre.
La Revolución Alfarista disminuyó los privilegios a los
terratenientes opresores, construyó el ferrocarril para unir a Sierra con la
Costa, abrió escuelas y colegios laicos, dio ciertos derechos en favor de la
mujer, creó el Registro Civil, eliminó el concertaje, nos heredó una educación
laica y gratuita, además de profesionalizar las Fuerzas Armadas.
En nuestro museo se exhibe una galería sobre la biografía
del General Eloy Alfaro Delgado.